sábado, 22 de marzo de 2008



Me había pasado todo el día cambiando de canales y comiendo frugelles. Separando los rojos y verdes. Había que hacer algo más. Eran las 16:00.
Pensé en salir y fumarme uno. Salir y sacar a caminar a Phoebe.
Necesitaba una pipa especial para el trabajo, un pito cualquiera no serviría.Necesitaba una pipa discreta lo que dejaba como opciones a Leeloo, Aeon, Leela y Tomasa. Leeloo había sido muy explotada y Leela y Aeon no daban la talla; no podía ponerme a recargarlas. Tomasa fué la elegida. La cargué con generocidad
Le cambié pilas a mi pendrive, me guardé dos Camells, comprobe que mi encendedor funcionara bien,encontré una luca para bajón y me puse mis lentes oscuros azules.

Nuestro plan era hacer un vuelo con escalas hasta un poco más allá del balneario.
Cuando pisamos el asfalto del balneario di el primer toque. La pipa funcionaba bien. Caminamos un poco y Phoebe vio un Sharpei. Verán, Phoebe no es rascista...es nacionalista pero no de Chile, sino del Gran Bretaña y ver a estos perros chinos le hinchaba las weás. ME apresuré a llegar a la siguiente estación, en donde compartimos unos toques
-Phoebe, mírame- volando a mi perra.

El sol golpeaba cálidamente y el cielo era azul anaranjado, familias alegres pasaban en bicicletas.
Así fue por unas cuantas estaciones.
Por primera vez en harto tiempo sentí esperanza en la humanidad mientras comía manís confitados y veía familias jugar en el pasto.

Mientras resgresábamos y las guitarras afiladas y las voces eléctricas de la Radio futuro hacían vibrar mis orejas; y Phoebe imaginaba grandes batallas empezamos a sentir el llamado de la naturaleza...de la naturaleza urbana.
Dejamos de sentir el golpe de las olas y el ritmo de nuestras almas fueron los camiones, dejamos de sentir el calor del sol y nuestras caras eran calentadas por el asfalto. Eramos cazadores de concreto.
Camino de regreso, con el alquitrán corriendo por nuestras venas vimos un chiste de animal. Un maldito Chihuahua. Un perro rata...la presa perfecta.
Nos coordinamos y preparamos. Caminando lentamente llegamos al lado del chihuahua. Nadie sospechaba nada. El roedor con corre se acercó a oler a Phoebe. Ese fue su último error

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