sábado, 25 de abril de 2009

Se levantó sintiéndose sodomita y canibal. Pero se le pasó luego del primer café
otoño cobarde
no puede derrotar
a las mariposas
polilla cósmica
reza por mí
cuando te arrojas
con fe
a tu dios
incandecente
Ah el sol me golpea la cara con mi mano
y me dice
¿por qué te pegas?
escupo el chicle
y prendo el cigarro
amargo a las primeras horas del día


Alguien te vio perdido,
Poco antes de salir el sol
Bajo el ángel caído
Cantando la misma canción
Decías? algo es tan lindo
Lo quiero ya? Nada de lo que tengo
Todos tus sueños locos,
esta ciudad se los trago
buscas amor de esquina...
ya no es por ti es como un ladrón

Y dijeron que tenías ojos oscuros y que eran tristes
tristes como el futuro
y yo los busqué
oh... yo los busqué?
te quedas pálido, pálido,
pálido, cada vez que lo rápido,
rápido , rápido que caes?

alguien te vio aullando
a la luna desde el tren
con una buena mano
también se puede perder
chico pálido
se esta terminando
han cerrado el bar
y tu sigues bailando
y ya no te duele?
crees que no lo sé
te quedas pálido, pálido
pálido cada vez que ves lo rápido,
rápido que caes, te quedas pálido, pálido
cada vez que ves lo rápido, rápido que caes
de noche todos los chicos brillan como serenas
dicen cosas confusas mientras cruzan las piernas
suenan cachitos guapos que les quitan las penas
mirando al cielo? mirando al cielo..
te quedas pálido, pálido,
pálido, cada vez que lo rápido,
rápido , rápido que caes?

miércoles, 15 de abril de 2009

Fragmento

Miró su reloj por tercera vez consecutiva en menos de dos minutos, cada vez que veía el reloj olvidaba que hora era la última vez que lo vio y, por lo tanto, le era imposible averiguar cuanto tiempo había transcurrido. Obsesivamente seguía consultando l ahora y olvidándola, se sentía como un pez. Hizo esto cinco veces más y pudo calcular que llevaba al rededor de cinco minutos esperando. En realidad eran diez minutos, pero el sentía que habían sido como veinticinco.

Dirigió su mirada al especio vació en medio de la habitación y siguió con detenimiento el vuelo de las moscas que revoloteaban ociosas, como él, como solo las moscas -y él- pueden, armó estructuras imaginarias dibujadas por el vuelo en picada, los giros en U y las espirales de las moscas. Recordó como , en todos sus sueños, él puede volar y se tentó con la idea de saltar por la ventana y comprobar si esto era sueño o realidad; porque si era un sueño lo estaba desperdiciando (aunque si fuese realidad también lo estaba desperdiciando). Pero las ventanas estaban bloqueadas y no había posibilidad de romperlas, todo esto para impedir suicidios

“Una sociedad que impide que la gente se mate pero que no impide que la gente quiera matarse” pensó. Miró un rato por la ventana del piso veintitrés. “las personas parecen hormigas”, pero lo mejor era el tráfico. Ver el tráfico vehicular pero no oírlo es una experiencia sobrecogedora

jueves, 9 de abril de 2009

Busco fotógrafo antofagastino

El sol lo golpeó en la cara con violencia inusitada.
Él no había salido del departamento en casi una semana (él no sabía que en realidad habían sido 9 días), ni siquiera había abierto las persianas en total protesta contra la realidad, pero hoy se habían acabado las provisiones (en realidad el nunca había planeado el pasarse tanto tiempo encerrado y las provisiones eran solo lo que siempre tenía en casa, pero en honor a la situación había pasado a llamarlas “provisiones”. Convencido de su mala memoria y obsesividad había escrito una lista de las cosas que le eran esenciales para vivir:
-Atún
-Fideos instantáneos
-café
-cerveza
-chicle
-tabaco y
-papel de rolar

Con la suficiente cantidad de aquellos ítems podría sobrevivir otra semana más sin tener siquiera de ir a botar la basura.
Pero hoy estaba afuera, con el sol golpeándole la cara sin tregua en el portal del edificio, con el guardia panzón de seguridad mirándole desconcertadamente. Se calzó los lentes oscuros mientras que pensaba que “calzar” no era la palabra correcta, pero le gustaba y fue en ese momento en que se dio cuenta de que había estado narrando desde que el ascensor llegó al primer piso. No le molesto, incluso le gustó su esquizofrenia narrativa.
“Se calzó los lentes oscuros” repitió y con coraje salió a la calle. Desafortunadamente durante la semana que se había pasado encerrado el mundo no había llegado a su fin ni había ocurrido el Apocalipsis zombie. Para nada, el mundo seguía igual que hace nueve días, cuando se encerró para, supuestamente, escribir la gran nueva novela americana. Pero se encontró sentado frente a la máquina, día tras día escribiendo siempre lo mismo y sobre él mismo. Lo peor de escribir sobre él mismo era de que no había nada sobre lo cual escribir. Pensó en Paul Auster y envidió como el maldito era capaz de escribir libros sobre gente que no le pasa nada y ser capaz de vender libros y se maldijo a sí mismo por ser el que los compraba. Para cuando terminó ese trozo de narración ya había llegado al supermercado.
Era un supermercado regional, de esos que luchaban contra las grandes corporaciones. Él prefería los supermercados de grandes corporaciones pero éste le quedaba más cerca. En realidad, profundamente y no en secreto, pues no tenía a nadie para ocultárselo le gustaban los supermercados. Los consideraba los verdaderos museos de arte moderno y disfrutaba de la limpieza, organización, monotonía y alienación del supermercado, cosas que en otras partes no soportaba ni se permitía. Decidió sacar lo más posible de esta excursión al mundo exterior y dedicó varios segundos (mucho tiempo para alguien como él) a la investigación y observación de cada lata, caja, sobre y empaque. Recordó como cambió su visión del arte la primera vez que verdaderamente vio la lata de sopa Campbell de Warhol. Warhol había sido capaz de plasmar uno de los mayores cambios del siglo XX. Él veía a Andy como un naturalista posmoderno. Los naturalistas antiguos pintaban frutas, gallinas, plantas y cuernos de la abundancia. Pero Warhol había pintado una lata, una naturaleza muerta de nuestra era. “nuestra era” dijo en voz alta mientras pasaba por el pasillo de mascotas. Eran los albores del siglo XXI y nadie sabía por seguro en que era estábamos. Recordó las discusiones sobre si la era Moderna había comenzado, continuado o terminado. Al menos él mismo se consideraba posmoderno, aunque hace mucho tiempo que no realizaba una acción postmoderna o al menos una acción de lo que él consideraba posmoderno.
En el pasillo de licores se encontró con unas adolescentes revisando precios de las cajas de vino. Recorrió sus cuerpos con la mirada, aunque en realidad solo le interesaban los pies, el trasero y los dientes. Una de ellas no tenia nada de eso pero la otra poseía un excelente cuerpo de reproductora de antes de la guerra. Pero eso fue todo, él sabía que no tenía ninguna oportunidad con ellas. Las pasó de largo echando una última mirada. Pensó en su panza, en su barba, en su pelo largo y con falsos inicios de dreadlocks surgidos de la falta de higiene, causas y razones de su mala suerte con las mujeres. Había caído en una espiral, en un círculo vicioso de desprecio femenino. Mientras más mujeres lo despreciaban más despreciable se hacía. “No importa” dijo en voz alta sin importarle que le oyeran “no necesito a ninguna otra mujer cuyo apellido no sea *.jpg o *.avi.
Cuando terminó de narrar esa parte ya había recolectado todos lo que necesitaba. Se paró en la fila de la caja rápida máximo 10 productos y observó las patéticas compras de los demás solteros. Tres panes, hojas de afeitar y papel higiénico; un cuarto de jamón, detergente y una pack de cervezas; un banquillo y una cuerda. Pronto llegó donde la cajera y notó que quien estaba empacando las cosas era una mina que había sido su alumna, una compacta pelirroja con perky little tits (pues él era profesor de inglés). Por un momento ella no pareció reconocerle, pero cuando le pasó los $300 de propina, soltó un “hola profe” con el que él pudo verle el piercing de la lengua.
LLevaba meses sin escribir nada