jueves, 30 de septiembre de 2010

versos perdidos
bajo guitarras punteadas
caribe solitario
bares vacíos
converzo con gente
que tiene mi nombre
café con anis
mazo sin comodínes
noches solitarias
con solitarios
regreso a casa
para la hora de los poetas

lunes, 13 de septiembre de 2010

Debió gritar

Se sirvió otro vaso de lo que fuese que estaban tomando, en realidad le importaba poco y ya estaba en la etapa en que bebería lo que fuese. No sabía cuánto más podría beber en este punto pero de todas formas bebió otro sorbo. Todo su cuerpo tembló en un terremoto alcohólico, pero hace rato que ya no estaba sobrio así que esto le importó poco.

Le dieron ganas de gritar por el puro gusto de gritar y eso era algo que él era capaz de hacer pero también le dio flojera el tener que explicar porque lo había echo, a pesar de que con un "grité porque quería" hubiese bastado, especialmente con sus amigos que eran de los que gritan por el puro gusto de hacerlo pero con éstos amigos Herzog se sentía el más conservador del grupo, y probablemente lo era. Prefirió prender otro cigarro. Trató de contar cuantos cigarros le quedaban pero al único cálculo al que pudo llegar fue a un bíblico "cuarenta", que, en todo caso, significaba "más que suficientes". Al verlo con los cigarros ella le pidió uno. Ella solía fumar mierdecillas mentoladas (lo que, de todas formas, era predeciblemente femenino) así que a Herzog le gustaba cuando Abigail le pedía uno de sus Lucky Strykes. Luego ella agregó

-Cuántos te quedan?--preguntó esto no porque quisiese pedirle más, sino porque sabía que Herzog podría necesitar sus cigarros. La única respuesta en la que él pudo pensar fue “cuarenta” considerando esto un chiste. Nadie comprendió el chiste, nadie lo comprendió como chiste. Fue siquiera un chiste?. "No importa" se dijo a sí mismo, muchas veces ha tenido que decirse eso luego de un chiste algo que sólo él pudiese considerar, vagamente, gracioso para alguien o para él mismo.

Todos conversaban animados. Acababa de presentarles a Abigail y ella ya bromeaba y decía garabatos con soltura. Todos eran sus buenos amigos pero aún así Herzog había encontrado la forma de sentirse excluido y solo. Tomó la mano de Abigail y le dio un beso en la comisura de sus labios luego la miró a los ojos y le sonrió directo desde su corazón. Pero todas estas acciones fueron planeadas y calculadas fríamente, todo fue tan cerebral. Herzog no lo había hecho intencionalmente. Era que, cuando se encontraba a sí mismo solo (cuando él se encontraba solo) comenzaba con toda una serie de síntomas relacionados con ataques de pánico y uno de aquellos síntomas era el que todas sus acciones, actitudes, palabras y emociones se volvían mecánicas, ridículamente cerebrales y calculadas. Herzog hace todo lo posible, todo lo que esté en sus manos para actuar con mayor naturalidad; pero todo lo que tiene en las manos no es mucho. El síntoma mis curioso es que todo lo que hagan los demás le parece forzado e incomodo, como si todos fuesen males actores en una mala obra de teatro. Pero hay "otros", otros que se ponen a hablar cuando Herzog esté en este estado. No le gusta llamarlos "las voces en mi cabeza" prefiere algo más en la onda de "amigos imaginarios para adultos" aunque ni Herzog mismo se considere un adulto.

-De todas formas no creo que alguien lo considere un adulto

-Pero si tiene 22 nomás

-Muchas personas son adultas a los 22

-Pero no Herzog

-No Herzog. Probablemente nunca llegue a ser un adulto

te conozco?

Le pareció que las conocía y creyó recordar que, cuando se las presentaron le parecieron ser seres perfectamente ignorables. Pero ahora le irritaba el hecho de que no le reconocieran ni de la forma más remota ni siquiera una sonrisa confusa. De todas formas decidió mirar fija y de forma falsamente despreocupada a la que había olvidado menos. Pero de mirarla sólo logró una dudosa sonrisa de mera cortesía.
Inmediatamente Herzog se dio cuenta de que no quería hablar con nadie así que cortó todo contacto telepáticamente y se concentró en su libro, pero no pudo. Le molestaba esto de no ser recordado, no era la primera vez que le ocurría, pero él siempre recordaba el al menos haber bebido con alguien o conversado en una fiesta o haber hecho lo que fuese. Recordaba, de una forma u otra, a cada personaje incidental pero ninguno de ellos lo recordada a él. Un escalofrío recorrió su columna. Talvez él no era su protagonista, talvez él era un incidental.
Recordó algo que le había ocurrido hace unos días cerca de allí, en una calle extraña que nunca había usado y a la cual había llegado por equivocación. Había encontrado una colilla de su propio cigarro de tabaco artesanal, con su misma marca de filtro y papel. Sabía que nadie más fumaba de su marca. Recordó cuando se encontró con su doppelgänger. Debe haber sido cuando tenía 12 años. Había ido a un hotel en el Valle del Elqui. Cuando entraron, la recepcionista les dijo "hola denuevo" y cuando le preguntaron porque dijo eso ella apuntó a Herzog y sentenció "él acaba de entrar e irse". Herzog no entendió esto y salió del hotel y fue allí cuando lo vio. Su doble exacto subiéndose a un auto y alejándose. Y ahora parecía haber encontrado una huella del otro él. Pero un pensamiento nefasto lo atacó. Talvez él era el doble; él era el"otro yo". El reflejo.

Un día. Luego de no haber sido reconocido por una mina a la que había ofendido se dio cuenta de que había algo bueno en esto de no ser memorable. Era como si cada día fuese socialmente nuevo. Decidió cambiar su vida.
Comenzó a leer sus textos en bares, a sentarse en mesas de desconocidos que, después de todo, volverían a ser desconocidos. Le dio rienda suelta a su demencia, hablaba con sus fantasmas y bailaba con sus poltergeists. Dejó sus modales, eruptaba contento tras cada trago, dejó crecer su barba y se permitió engordar, dejó de afeitarse y se vestía., absolutamente, como quería. Después de todo él solo era una nota al pié de página en la vida de otros. Pero su nueva vida comenzó a hacerlo reconocido. Aparecía en las conversaciones, se hablaba de aquel poeta desaliñado que aparecía en noches lunares en bares frecuentados por nadie, que bailaba con sombras. Del personaje vestido como... personaje. Dejó de ser olvidado, su total confianza en lo efímero de su presencia lo hizo reconocible. Gente extraña que él no recordaba lo saludaba en la calle, lo invitaban los desconocidos a sus mesas. Su nombre apareció en google. Estaba desesperado, su propia fantasmagoricidad lo había hecho reconocible.