domingo, 28 de diciembre de 2008

El Zen del Empaquetador

Este es el cuento que fue PUBLICADO en "Oficios Olvidados"m el cual lo pueden encontrar en todas las bibliotecas de la segunda región.

El Zen del empaquetador

Empaquetar es una labor complicada, la gente no lo imagina. Es decir no es tan difícil en realidad pero si lo quieres hacer bien se convierte en algo difícil, si. Las formas geométricas que se forman al empaquetar deben ser perfectas y no debe sobrar ni un centímetro de papel ni de pita, el jefe sabe eso y me lo recuerda cada vez que puede. Las esquinas no deben quedar chuecas ni mal dobladas, esquinas mal dobladas representan una falta de carácter y un desamor por la labor del empaquetador, las esquinas mal dobladas son un “no”. Y como odio la harina (y la azúcar y el trigo y los porotos y las lentejas y todas esas cosas que en grupo son amorfas) verán, la harina no es geométrica, es decir podría serlo, pero las clientas (especialmente la señora Kunt) no tienen paciencia para el arte y no me dejan hacer cubos de harina con su harina, y eso solo lo hago para darles un mejor servicio pero le reclaman al jefe y al jefe no le gusta que le reclamen y a mí no me gusta que le reclamen porque después me reclama a mí. Entonces me reclama por los cubos de harina y por el papel desperdiciado.

La gente no tiene paciencia. En especial la señora Kunt y el jefe. Yo solo quería hacer un buen trabajo y empaquetar todo de forma ordenada y pulcra, para que cuando lleguen a sus casas puedan desempacar tranquilamente, sin tener que romper el papel ni cortar la pita. ¡CORTAR LA PITA! Con un paquete mío jamás tendrá que cortar la pita, el nudo es perfecto en su simpleza y utilidad. La pita es útil para las familias, verán. Si no fuese por mi buena labor de empaquetador los niños no tendrían cordones (de pita) para sus zapatos e incluso la señora Inés hace cortinas con los hilos de las pitas.

Hernán. Hernán no tiene respeto por la labor. No anuda bien su corbata, yo anudo mi corbata de la misma forma y con el mismo amor con el que anudo los paquetes, lustro mis zapatos aunque nadie los vea detrás del mostrador, Hernán no lo hace, dice que no importa, que nadie ve sus zapatos. Pero el cliente sabe. No me importa que la gente prefiera que el empaque. Porque él empaca rápido, pero no sabe como hacerlo. Sus esquinas son chuecas. Si. Hernán, la señora Kunt y el jefe tienen las esquinas chuecas.

Pero no importa. Al final ellos no saben lo que hago con los pequeños centímetros de papel y pita que recojo del piso. Milímetro a milímetro hago centímetros y centímetros a centímetros hago metros. Metros de papel café crujiente y blanca pita de algodón.

Verán. Yo no soy para quedarme para siempre aquí. Creerán que empaquetar es lo mío, y en parte lo es. Pero no es lo mío. Lo mío es el origami. El verdadero zen del empaquetador.

Hago pequeñas figuritas de papel. Empaco la realidad en pequeñas figuritas perfectas. Ellos no lo saben, no lo entenderían (de la misma forma que no entienden la labor del empaquetador). No podrían comprender como dentro de la pequeña grulla de papel está envuelta una verdadera (y pequeña) grulla. Como los tigres de papel encierran verdaderas fieras. Todo echo en el crujiente y oloroso papel café. Pero ni siquiera eso es lo más importante que hago con la pita y el papel, porque no les he dicho lo que hago con la pita junto al papel.
Estoy haciendo un globo.

Como les dije. Milímetro a milímetro he echo metros de papel pegado con suavidad; centímetro a centímetro he echo metros de pita trenzada con paciencia. El japonés hacía lámparas de papel y una vez hizo algo que nunca olvidaré. Una lámpara la hizo cerrada en la parte de arriba y por abajo puso el fuego como siempre. Pero esta vez la lámpara se elevo y se elevo y se elevo hasta que la confundí con una estrella e incluso por un tiempo brilló más que una. Mis animales empaquetados y yo nos convertiremos en estrellas

Una vez que haya juntado suficiente papel y suficiente pita haré una gigante lámpara/globo de papel y cuando estemos allá arriba los desenvolveré con cuidado, con mucho cuidado, y las grullas volarán y los tigres rugirán y nadie podrá hacer nada para detenernos. Hernán con sus esquinas chuecas, el jefe con sus retos, la señora Kunt con su impaciencia; todos se quedarán abajo, mirando a los tigres y grullas estrellas desenvolverse con crujidos de papel.

Sergio Riquelme Ibacache